Salim, un grande (parte 2)

# Por Vicente Machín (Redacción de Motorplus Tucumán).- Ya contamos una primera parte de la vida deportiva de Rubén Cayetano Salim (tocar este ENLACE para verla). Ahora llegamos al año 1974, ya con él a bordo de un auto bien armado y con muchas ganas de correr. Pero esta vez mucho más en serio y con mucha responsabilidad.

Lo primero que se viene a la cabeza de Rubén de esa nueva etapa fue la carrera de Salta.

“Me acuerdo que en ese año 74 fui a correr en la inauguración del autódromo de Salta, donde corríamos junto a la Fórmula 1 Mecánica Nacional. Yo llegué con la cupé sin número (después se lo puse, era el 202). Vos la veías, era totalmente estándar por fuera, pero abajo tenía todo el veneno. La vinimos asentando desde Buenos Aires. Me acuerdo que eran tres series. En la primera salgo tercero, cuidando el auto y respetuoso de los pilotazos que tenía a la par, ‘Pipo’ Martínez, Javier Montero, Carlos Acotto, Eduardo Formoso, ‘Pichín’ Sola, Héctor ‘Toti’ Farina. Mirá esos pilotos que te nombré, no faltó ninguno. Me acuerdo que había cuarenta mil personas en el autódromo. En la segunda serie fui segundo, pero en tiempos ya estaba primero. A la tercera serie la largaba en primera fila, lo hice bien y, como ya conocía bien el circuito, no tuve problemas en ganarla y ganar la carrera por tiempos. Fue algo muy lindo compartir un podio con Luis Rubén Di Palma y el “Coya” D’Abate, que había ganado la clase más chica. Nos hicieron subir a los tres ganadores, te imaginás, quedamos en la historia del autódromo como los primeros ganadores allí”.

-¿Qué te quedó de aquella carrera?

-Hay una anécdota muy linda, que vale la pena contar. A Di Palma le hacía los motores Oreste Berta y estaban carburando, algo muy difícil de hacer en Salta porque por la diferencia de altura de la pista, cambia la carburación. Por alguna razón, quizás porque yo era muy parejo en mis tiempos de vuelta, se acercó Berta y me preguntó, !¿queres ganar mañana?! “Por supuesto”, le dije, “si me ayudás, yo te ayudo, lo que quieras” le dije. Me pidió que llevara en el escape un aparatito y me pidió que gire hasta cuando me haga seña y cuando entre a boxes, que corte el motor en la curva de arriba. Así lo hice. Cuando paré me dijo: “llamalo a tu mecánico”, era el “Sordo” Parodi. Me acuerdo que le dio un par de explicaciones para carburar, le dijo que le dé más luz de válvula a la de admisión, en pocas palabras, le dice cómo poner a punto la cupé. Parodi hizo todo lo que le dijo, cuando salí a probar el auto era un misil…..¡el que sabe, sabe!

-¿Podemos decir que ahí comenzó tu historia?

-Sí, ahí fue cuando comencé a trabajar con mucha responsabilidad y esa carrera me sirvió para ganar el campeonato, porque por reglamento tenías que ganar una. Tomé al deporte con mucha responsabilidad y sabía que además de manejar había que estar actualizado con todos los fierros. Por eso cuando sabíamos que Fiat había sacado algo nuevo para sus autos oficiales, me iba con mi hermano Luis y lo traía para mi auto. Ese creo que fue el secreto, no dejaba nada librado al azar, trabajaba con mucho profesionalismo.

-¿Cómo eras manejando?

-Si había una particularidad en mí, era que repetía los tiempos. Cuando encontraba el ritmo, a todas las vueltas las hacía igual, era muy prolijo. Llegaba un momento en que ni los tiempos me tomaban y eso en esa época era muy importante. Eso me ayudó a ganar muchas carreras.

-¿Te acostumbraste a ganar?

-Yo sabía que con el trabajo que hacíamos, teníamos que andar siempre bien y yo me adaptaba a cualquier tipo de circuito, ya sea en montaña como en autódromos. Pero nunca me descuidé, porque tenía muchos pilotazos compitiendo conmigo que también trabajaban y mucho. Siempre me estaba actualizando. En el 75 creo que fue cuando armé un Fiat 125 berlina color verde, con la que gané muchas carreras, por eso comenzaron a decir que mi auto estaba “perreado”, como se dice en el automovilismo. Entonces mi hermano Luis, que tenía esas salidas, pintó en el capó un perro galgo bien grande y les decía: “ahí está el perro”.

Así finalizamos la segunda entrega de esta saga, en la que vamos recorriendo los tiempos de Rubén Cayetano, que entre esos años ganó cinco campeonatos. Por eso en el ambiente lo comenzaron a llamar “El Quíntuple”.

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