“Lalo”, historias en moto (final)

Y llegamos a la última de nuestras entregas con los relatos de José Eduardo Solís, más conocido como “Lalo”. A lo largo de diez días, conocimos sus historias y anécdotas en el mundo del deporte mecánico. Ahora, repasamos sus más recientes experiencia…

“Yo tenía un concesionario Zanella y empecé auspiciando a Luis Juárez, que era mi ahijado y además empleado en mi negocio. Le compro una RZA y lo llevé al Campeonato Argentino. Él mismo me dijo, ‘Lalo’ no podemos bajar los tiempos por mi peso, yo conozco un piloto en La Banda que es muy bueno. Y ahí me presentó a Enzo Agüero, así que seguí con él. Era muy buen piloto. Luis siguió corriendo en la provincia, me acuerdo que siempre salía segundo de Walter Distaulo. Así que nos pusimos en campaña y conseguimos fierros muy buenos y Lombardo armó un ‘motorazo’. Entonces empezó a ganar, pero después desapareció el motociclismo”.

“Tuve muchos accidentes antes del que sufrí en el 78, cuando dejé el motocross. Pero me acuerdo de una carrera en el parque Guillermina: venía segundo de “Lalo” Petre, pegado, súper concentrado en él y cuidándome porque atrás tenía a varios. Me llevaba muy poca ventaja, pero no encontraba la forma de pasarlo. Entonces pensé. Había una curva, después una pequeña recta y un salto, para tomar el salto la hacíamos respirar a la moto, soltabas el acelerador y cuando llegabas al salto la acelerabas. Me dije: ‘si hago esto a fondo lo paso. En el aire veo que se le sale la suspensión delantera a la moto de ‘Lalo’, y no tuve tiempo de nada. Él se cayó y yo me pegué un palazo. Después de eso se puso en el reglamento una piola que ataba el cristo con el puente de la rueda. Así íbamos improvisando todo, no teníamos acceso a ver nada, no podíamos ver carreras de otros lugares, así que los hacíamos a los cambios sobre la marcha, por las cosas que nos pasaban”.

“Una de las mejores carreras fue en Santiago. Debe haber sido enero del 75, por el Argentino. No me olvido nunca del calor que hacía, estábamos tirados en la sombra de un auto para refrescarnos. Había muchos porteños corriendo, yo venía detrás de uno y no lo podía pasar. Como atrás de mí venía ‘Albertito’ Gómez, lo dejo pasar y seguí pegado a él. Así que, cuando él lo pasó al porteño, yo también pude. Ganó él y yo fui segundo. Me acuerdo que se enojaron mucho los porteños, no entendían nada. Esa misma noche corríamos en Tucumán por el Provincial, así que terminamos y así como estábamos nos largamos de vuelta. Yo iba en el Falcón de mi ‘viejo’ y ‘Albertito’ en el del suyo. Cuando llegamos al límite provincial, había muchos autos, así que empezamos a pasar despacio por la banquina, hasta que nos paró la policía. Justo él paro al lado de un camión con vacas. A ‘Albertito’ no se le subía el vidrio de donde iba sentado, lo encastraron entero. Yo me salvé porque mi vidrio sí se subía. Así llegamos al parque 9 de Julio, nos bajamos y largamos. Yo peleaba el campeonato con Alejo Rossi; abandoné y después él se cayó y también abandona. Creo que lo gané yo al campeonato”.

“Otra carrera importante fue cuando corrimos una de categoría internacional en Rafaela. Ahí fuimos con el cuadro y el motor Bultaco. Me acuerdo que se andaba muy fuerte, había saltos a fondo de los que no caías nunca. Ellos tenían un ritmo muy fuerte, veníamos haciendo linda carrera en el segundo pelotón, pero los dos rompimos el cuadro, no aguantaron”. 

“La muralla de la muerte era una que se ponía en el parque, frente a lo que era el Grand Hotel. Era medio pobre. Nos hicimos amigos del dueño, le preguntamos si nos dejaba andar, y nos dijo que sí. ‘Pero traigan sus motos, yo a la mía no la presto’, agregó.  Ahí había uno del grupo que vivía cerca y tenía una Rumi de carrera, así que fue y la trajo. Intentó, pero no pudo. Lo difícil era salir de la rampa de salida, yo pude y di un par de vueltitas. No ayudaba la suspensión, puesto que la que hacía eso tenía la suspensión trabada. La nuestra al trabajar la suspensión te despegaba de la centrífuga de la muralla. Recuerdo otra anécdota: hace dos o tres años vino el globo de la muerte, se les rompió una moto y yo se las arreglé. Les pedí entra al globo, pero no me dejaron”.

“Hoy sigo andando, pero en Hard Enduro, que es ir por lugares por donde no hay caminos o donde nadie haya llegado. Vamos por las piedras, aquí no hay carreras, pero hay un par de chicos que fueron a correr en una competencia por el Mundial. Son José Carbonell con el jujeño Manuel Quintar, después se agregó Félix Strubel. Fueron a la carrera más dura del mundo en Rumania. Cuando ellos volvieron trajeron un nivel muy alto, yo por tratar de seguirlos me pegué un palo muy grande el año pasado, en la Laguna de los Amaicheños, a la altura del cerro El Negrito, a más de 4.000 metros de altura. Me quebré la clavícula, cinco costillas y se me colapsó el pulmón. La pasé muy mal, porque el helicóptero no podía llegar hasta donde yo estaba. Así que gracias al grupo que con el que yo iba y a los rescatistas de Tafí del Valle, que les indicaban lo que había que hacer, me pudieron bajar. Me envolvieron por entero en unas férulas, los chicos iban y volvían, me inyectaron, porque prácticamente no respiraba, estuve como dos horas desmayado. Hasta que me pudieron llevar hasta donde estaba el helicóptero, me salvé de milagro, hubo un momento en que pensé que me moría, ya no podía respirar y pensé, hasta aquí llegué. Si me tocaba me iba en paz, pero por suerte me salvé”.

“Ahora ya pude salir de nuevo, me estaba volviendo a entrenar, pero la cuarentena me va a ayudar a recuperarme bien. Amo hacer esto y mientras pueda lo voy a seguir haciendo”.

“Otra cosa que me gusta y la voy a hacer hasta que pueda, es ayudar a la gente de montaña. Son lugares donde no conocían lo que era una moto. Muy buena gente. Nos querían mucho, les llevábamos de todo: ropa, remedios, hasta yo soy padrino de un chiquito. Llegamos y conocimos todos los lugares. También lo hicimos en Salta, donde se formó otro grupo. Me acuerdo que ahí estaba Kevin Benavides. Así también se fueron abriendo grupos en Catamarca, La Rioja y Santa María. Hoy ya es mucho más fácil llegar y hay gente que siempre necesita ayuda”.

“Un día concreté lo inesperado. Yo amaba las motos, pero mi sueño era correr en autos. Por suerte pude hacer algunas carreras, a principio de los setenta en un Fiat 600 que me había comprado mi mamá para que vaya a la facultad. Eran cuadreras que se hacían en los pueblos. Recuerdo que La Gaceta sacaba fotos y las ponía en la galería para que la gente que pase las vea. Más de una vez tuve que ir a pedir que no pongan las mías, porque mi papá y mi mamá pasaban por ahí seguido. Después pude hacer unas carreras en la Monomarca Dodge”. 

“En una época fui muy amigo de Eduardo Namur y me iba con él a ver las carreras. Fue navegante de Nasif Estéfano en alguna carrera y yo iba a verlo con el 600. Me acuerdo que escuchaba y aprendía todo lo que decía Nasif y contaba Eduardo”.

“Lo que me marco a mí y me hizo entrar en razón fue cuando en mis primeras épocas fui a Buenos Aires al taller de los Kissling. Ahí dije que mi intención era correr en auto, Guillermo me dijo: ‘si no tenés presupuesto, comprate una pelota y comenzá a jugar al futbol. Sin presupuesto ni intentés correr en autos’. Entonces me dije ‘me dedico a las motos, porque económicamente las podía llevar”.

“Cuando pude, compré el Dodge y comencé a correr, pero no tenía tiempo para dedicarle al auto. Después me fui a lo del ‘Negro’ Mónaco, que lo acomodó y tuve algunos parciales buenos. Pero creo que sólo hice cinco carreras. Tenía razón Kissling, había que tener mucho presupuesto porque la categoría se había hecho muy cara y no tenía para seguir ese ritmo. Así que me bajé”.

Hasta aquí, la charla con quien nos contó gran parte de la historia de lo que fue el motociclismo tucumano. ¡La “serie” con “Lalo” llegó a su final!

Por si se perdieron la primera parte, léanla haciendo click en este ENLACE.

Por quieren ver la segunda, hagan click en este ENLACE.

Y como no hay dos sin tres, hagan click en este ENLACE para ver la tercera.

A la cuarta, la ven en este ENLACE.

La quinta entrega, en este ENLACE.

Un grande “Lalo”. Muchas gracias.

 

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