Detalles de la carrera de Nasif, en palabras de su hermano Luis

Una parte muy importante de los recuerdos que llegaron hasta el presente de Nasif Estéfano tienen a su hermano Luis como un referente fundamental. Es que él vivió de cerca las alegrías y tristezas de la leyenda del automovilismo. A 50 años del adiós del corredor, sus palabras cobran vigencia.

Hace algunos años, Motorplus Tucumán entrevistó a Luis, con la idea de escuchar más detalles de lo que fue su vida. A continuación, y como parte de la serie de notas que estamos compartiendo en memoria de Nasif, reproducimos aquel texto, enriquecido por las palabras de quien acompañó al ídolo en innumerables experiencias.

El reportaje, publicado en octubre de 2015 es el siguiente…

¿Cómo comienza todo? Quizás quienes siguieron, y siguen la vida y obra de Nasif Estéfano, nunca se hicieron esta pregunta sobre el gran ídolo del automovilismo tucumano. Quién mejor que su propio hermano, Luis, para responder…

“Mi papá tenía un negocio, con el que se distribuía hielo al hospital y  cerveza a los negocios. Nasif tenía 12 años, termino 6° grado y no quiso seguir estudiando. Entonces tenía que ir al negocio a ayudar. Lo que a él le gustaba era salir en la camioneta Ford 40 que tenía mi papa; él lo mandaba a la estación a retirar lo que mandaba la cervecería, Nasif iba, pero se demoraba mucho, decía siempre que el tren se demoraba, pero realmente era que él se iba hasta Cochuna, Alpachiri, daba vueltas y recién volvía con la carga.”, cuenta Luis.

El relato del hermano contínúa. “A mí me pedía a veces que lo acompañe. Antes Concepción no estaba tan poblado y había muchos baldíos. A él le gustaba andar cuando llovía, hacía de todo, le gustaba derrapar con la camioneta, después me pedía que lo ayude a lavarla porque sino el papá se enojaba. Era su pasión. A mi papá todos los días le llegaba una multa de la camioneta, seguro era de Nasif: ¡los volvía locos a los varitas!

Las palabras del hermano de Nasif cobran intensidad. “iba y ‘robaba’ una chatita Ford que era de la doctora de Alvarez, que la dejaba estacionada en la puerta de su casa. La empujábamos sin hacer ruido y la hacíamos arrancar. Después nos íbamos a correr a la entrada de Concepción, y cuando terminábamos lo dejábamos en el mismo lugar. La pobre señora se recorrió varios talleres diciendo que la ‘chatita’ gastaba mucho.”

Y los días del piloto iban tomando forma. “Se puso a armar un Ford, quería competir en Fuerza Limitada, la carrera era en San Miguel de Tucumán, el tema era cómo llevar el auto. Le sacó el camión a Álvarez, un cliente que le traía vinos a mi papá. Después de ese fin de semana, mi papá lo llamó y le dijo: ‘toma, te pago el viaje, porque Nasif te ‘robó’ el camión’.”

Y llegó el ansiado momento de la competencia. “En el circuito, el comisario de boxes, Rodas, consideraba que el auto no estaba en condiciones, pero ante la insistencia accedió. Improvisaron entonces un capot con un cartel de publicidad. Y ya estuvo listo. Según decía en un reportaje Roque Namur, ¡si vieran el primer auto que armó Nasif, atado con piolas y con alambre! Sólo él podía hacer eso.”

– ¿Con qué plata corría Nasif?

– Al principio, se paraba cerca de la caja cuando estaba mi mamá. Ella le daba unos ‘mangos’. Mi papá sabía eso y decía: ‘ya sé lo que pasa ahí’. Pero los dejaba. Nasif invertía todo en los autos; con lo que le daba la mamá y con lo que juntábamos con los amigos, Nasif armaba los autos. Igual, ni para la nafta tenía a veces.

Dice la historia que en 1958 recibió una ayuda de la Municipalidad de Concepción para seguir compitiendo. Pero mejor dejemos que Luis siga adelante con su relato…

“Cuando comenzó a competir en carreras más importantes, en esa época se pagaba por las clasificaciones y las carreras. Así Nasif juntaba plata. Hizo muchas carreras: un día se cruzó con Jesús Iglesias, que le dijo que tenía dos autos (Chevrolet Waine) y quería vender uno. ‘Se lo compro’ le dijo. Él quería correr las 500 millas de Rafaela, consiguió la plata y se fue. El auto estaba desarmado en Pergamino y lo tuvo que armar. Así llegó a la carrera, en la que estaban Froilán González, Ramón Requejo, Iglesias, Oscar Cabalén. Todos lo miraban a Nasif como a un bicho raro. Largaron y, en la primera vuelta, pasó a todos por afuera. Apareció primero en la recta, saltábamos todos los que habíamos ido. Después empezó a fallar el auto y se retrasó. Esa noche, en la entrega de premios, Fangio dijo: ‘aquí salió un ‘tapadito’ que nos sorprendió a todos, a tenerlo en cuenta a ese tucumanito.’ 

Más maestro, cuente más…. “En una carrera se hizo amigo de Francisco Casuscelli (dirigente del ACA y la AAV), que lo invitó a su taller de Buenos Aires y a su casa. Él le dio un auto para que corra; lo ayudo muchísimo. Luego vino la época en que juntó plata y le mandó a DeTomaso, que era un argentino en Europa, que había hecho un F-1 para correrlo. Se fue, pero el auto no servía, me habló y me dijo que no tenía plata para volver. Fui al banco, ni cliente era, pero el gerente al saber que era para mandarle a Nasif me dio un préstamo. Así volvió al país.”

¿Creen que es el final? No, porque Luis sigue. “Después apareció el  General Monari, de la Policía Federal, que lo conoció en una carrera y le dijo: ‘te voy a dar una mano’, y lo asoció en una venta de autos usados. Después se asoció con un amigo de Tucumán (Miguel Jamardo), que tenía una cerámica, pero le fue muy mal.”

– Luis, ¿había algo que detuviera a Nasif en su idea de correr?

– Nada lo detenía, siempre encontraba la forma para correr. Es que era su pasión.

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