“Valdi” Caparrós, visita ilustre

Horacio Pizzia es un piloto nacido en Bigand (Santa Fe) y radicado desde hace algún tiempo en Tucumán. Piloto que corrió en su época en la categoría TC del 65 en su zona y en nuestra provincia se dedicó a hacer rally. Cuando corría en sus primeras épocas, uno de sus rivales en esa categoría fue Edgardo Caparrós, que era oriundo de Venado Tuerto, el mismo que luego pasó a correr en el TC, en el que brilló en épocas en que tenía más de 100 autos: competían muchos y buenos pilotos.

Entre estos dos personajes nació una amistad desde la competición, la cual dura hasta estos días. Cuando Pizzïa va a Venado Tuerto, visita a su amigo. Esta vez quien estuvo de paseo fue Caparrós, que pasó por Tucumán. No quisimos dejar pasar la oportunidad de hablar con él y recordar épocas, que seguramente aquellos que peinan canas no olvidaron y siempre es bueno recordar. Con la ayuda del anfitrión concretamos una reunión y en una charla de café pudimos hacer esta nota, con la que viajamos al pasado contado en primera persona por este grande del automovilismo nacional. 

– ¿Por qué te dicen “Valdi”?

C: es un sobre nombre que me pusieron cuando era chico. Mi segundo nombre es Osvaldo, y siempre me decían “Osvaldito”, y con el tiempo quedó “Valdi”.

– ¿De dónde viene la amistad con Horacio?

C: corríamos en la categoría TC del 65, después él tuvo un accidente y yo pasé al TC, pero somos dos personas parecidas y nos sentimos bien uno con el otro.

– ¿Qué era el TC del 65?

P: una categoría zonal, con autos artesanales. Eran monopostos con motores Ford, Chevrolet, Torino, que se desarrollaban en los talleres de la zona y corríamos en circuitos de tierra.

C: era la lucha entre los pueblos que tenían sus representantes. Horacio era uno de los referentes, él pudo llegar a tener el uno, yo no. En pista éramos rivales pero afuera compartíamos, viajábamos con toda la familia.

– ¿Eras bueno Horacio?

– Andaba bien, debuté y ese año salí campeón. Al año siguiente repetí el campeonato, era muy difícil pero me defendía.

– ¿Cómo pasás al TC?

C: gracias a un loco al que se le ocurrió comprar un TC y gracias a él me metí en esa categoría. Imagínate, yo no tenía bicicleta, qué iba a pensar en comprar un TC.

H: lo que él dice, es cierto, no tenía bicicleta y pasó al TC. Para nosotros que un compañero de nuestro llegue al TC era como tocar el cielo con las manos. Nosotros lo conocíamos y por los medios que tenía pensábamos que era imposible que largue. Mirá después dónde llegó.

– “Valdi”, ¿tu papa corrió también en TC?

C: sí, los dos ganamos dos carreras: él en Chacabuco y en Tandil, yo en La Plata y en Tandil.

– A pesar de que tu papa corría, ¿vos tuviste que empezar de cero?

C: sí, cuando papá murió, quedamos cuatro hijos con mamá y hubo que remarla desde abajo.

– ¿Cómo nace tu pasión por los autos?

C: jugaba con autitos de plástico que rellenábamos con plomo y le hacíamos un montón de modificaciones para que anden mejor y corríamos en los cordones de la vereda. Un día mi ‘viejo’ me pidió que vaya a lavar el auto y yo le dije “espera que voy a correr una carrera y después vengo”. La carrera era a la vuelta de la manzana con esos autitos.

– ¿Y cómo hiciste para llegar al TC?

C: un loco, amigo, “Tony” Viola, llegó un día y me dijo: “pasé por Chacabuco y vi un TC a la venta, tenemos que comprarlo”. Nunca me imaginé esa propuesta, pero ya la tenía en su cabeza todo armado. Usaríamos mi apellido para poder conseguir ayuda de la gente y los amigos para comprar el auto. Por suerte fueron muchos lo que pusieron. Además vendimos rifas, empanadas y un montón de cosas más. Así conseguimos para comprarlo, fue algo muy loco.

– ¿Quién hacía el auto?

C: yo, todo estaba bajo mi responsabilidad y con mis amigos: uno fiambrero, otro panadero, otro albañil, ninguno tenía afinidad con la mecánica, pero le ponían el corazón.

– ¿Empezás con Dodge?

C: sí, es lo que podíamos comprar en ese momento y terminé con Dodge.

– ¿Cuánto tiempo corriste en el TC?

C: fueron como siete u ocho años en la categoría.

– ¿Cómo fue pasar del zonal al TC?

C: chiquito me sentía al principio, pero fui conociendo gente que me ayudaó y me hacía sentir bien. Eso fue lo que me ayudó a seguir. Pasábamos del zonal, sin menospreciar lo que era eso, nada más y nada menos que al TC, que tenía niveles muy distintos. Y pasé a correr en circuitos que no conocía. Le pusimos el cuerpo y fuimos para adelante.

– ¿Fue importante Venado Tuerto en todo ese proceso?

C: seguro. Cuando murió mi papá nos fuimos a vivir a Córdoba. Diez años después decidí volver y lo pude hacer gracias a la ayuda de mi familia. Eso fue fundamental en lo que hice, todo el pueblo me ayudaba.

– ¿Cómo lograste escalar en la categoría?

C: fue muy difícil, tuvimos que aprender todo. Todo era más difícil, más costoso, pero nos dimos maña. Al principio todos me ayudaban, después, como en todos lados, cuando empecé a andar adelante ya no eran todos. Llevo muchos años de remar, pero con mucho esfuerzo pudimos llegar, gracias a que la gente nos brindaba más apoyo a medida que íbamos ascendiendo. Carlos Galante me ayudó mucho a que el auto, gané en seguridad y performance. Él tenía muchos conocimientos, al principio me reformó un cigüeñal, después me hizo una leva, una tapa, me daba una mano con el carburador. Me enseñó mucho.

– ¿Cuándo comenzas a ganar?

C: en el 87 gané mi primera serie en Junín, después gané algunas series más hasta que llegó mi primer triunfo en La Plata. Fue mucho el esfuerzo y el sacrificio, pero pudimos hacerlo.

– Horacio, como amigo, ¿qué sentías?

P: fue un orgullo enorme tener a un amigo de las pistas corriendo en el TC y que nunca perdió la humildad. Tuve la suerte de verlo ganar su última carrera en Tandil. Fue increíble, viajé junto a su equipo, éramos como doce en un camión que tenía estanterías que las usábamos como cuchetas. Viajamos toda la noche, llegamos a Tandil a las 7, bajamos el auto, él hizo unas tiradas, y a correr. Antes de salir para la carrera me llevó a hacer una tirada, me quedó todo en la memoria. Eran 3.000 metros con el piso mojado, cuando íbamos como a 200 kilómetros por hora esquivó con una capacidad bárbara un poco de barro que había en la ruta. Yo me preguntaba, “¿dónde iremos a parar?”. Hasta entró agua al auto y me mojé entero, fue increíble.

– Se ve que la de ustedes es una buena amistad…

P: sí, nos hablamos cuando podemos, siempre lo visito, compartimos la familia, es algo muy lindo.

C: quedó una amistad muy linda. Esta vez vine a Tucumán, y me sorprendió con esta nota, a la cual les agradezco por hacerme recordar momentos tristes y momentos alegres de mi vida. Muchas gracias.

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