
A Ricardo “El Gallego” Fernández se lo identifica en los últimos tiempos por su rol de piloto de rally. Pero este visitador médico nacido el 17 de enero de 1956, casado con Marta Elena y papá de Pablo, Valeria, Matías y Agustina, es todo un personaje digno de ser conocido. Pasen y vean quién es, en este reportaje…
-¿Cómo fue tu infancia relacionada con los deportes?
-Siempre me gustó hacer deportes. Lo primero que practiqué fue natación, y ya un poco más grande me dediqué al mountain bike, en el que fui campeón tucumano en 2001. Luego hice enduro hasta los 40 años; lo dejé porque tuve un accidente entrenando para un Transmontaña. Prácticamente me destrocé los ligamentos y los meniscos. Tuve una rehabilitación larga, de más de un año. A consecuencia de que ya no podía seguir compitiendo en moto, elegí seguir haciendo rally, categoría en la que debuté en 2009.
-¿Siempre fuiste de competir?
-En todo lo que hago compito: en el trabajo, en el deporte, a las tapitas. Yo soy así. Pero para competir hay que entrenar y mucho, yo lo hacía cuando corría en “bici”, practicaba todos los días, porque en la bicicleta el motor es uno, a diferencia de los deportes mecánicos, en los que podés ser un poco menos exigido en lo físico. Cuando me vi obligado a cambiar de deporte no elegí cualquiera, sino uno que me aporte adrenalina. Así llegué al automovilismo.
-¿Cómo vive tu familia esta elección?
-Sé que es difícil para ellos. Se trataron de convencer de hacer un deporte más tranquilo, menos peligroso, pero por algo me dicen “El Gallego”. Lo más lindo es que puedo compartir y disfrutar con mi hijo. Mi esposa me dijo el día que empecé a correr con Matías: “si te veo pasar fuerte, no corrés más. ¡Desde entonces es que siempre trato de averiguar dónde va a estar viendo la carrera, para desacelerar un poco por ahí! No, hablando en serio, sé que voy con mi hijo a la par y eso me hace tomar muchos recaudos y tratar de ser lo más regular posible, sin ir tanto al límite. Creo que cuando Matías no quiera correr más, voy a dejar yo también. Aprendí a disfrutar con él, en el auto hablamos, nos hacemos bromas y a veces también nos peleamos. Para nosotros el auto de carrera es otro mundo.
-¿Cómo fue tu comienzo en el rally?
-Mi debut fue en Tafí del Valle y la única conocimiento de esto era lo que había visto por televisión, y también de manejar el auto de calle. Recuerdo que antes de largar la primera prueba especial había un reagrupamiento bastante largo y mientras a mi hijo le explicaban lo que había que hacer yo seguía atado y con el casco puesto. Hacía frío, pero yo transpiraba mal; tenía miedo de que después, si me ponía nervioso, no me pudiera atar el casco o el cinturón. Así esperé, había como 50 autos delante del mío, pero yo no me bajé ni me fijé en los tiempos: solo quería llegar.
-¿Cómo hacés la hoja de ruta?
-La hago muy en conjunto con Matías, en muchos lugares le pido su opinión para poder sacar alguna conclusión. Antes de la primera pasada solo pregunto algunos detalles a pilotos con más experiencia; ya en la segunda vamos con nuestra hoja corregida con nuestra experiencia.
-¿Se siente miedo arriba del auto?
-Sí, y eso es lo que hace lindo este deporte, no siempre, pero sí en algunos lugares, donde por ahí se “pierde” un poco el auto. Solo te queda no sacar el pie del acelerador, apretar los dientes y tratar de salir. La suerte es que la mayoría de las veces sale bien, pero el susto del momento te lo llevás. El rally debe ser uno de los deportes en el que más se improvisa.
-¿Cuál fue el cambio de la “bici” a la moto y después al auto?
-En la “bici” tenés que estar muy entrenado, la potencia sos vos, si no estás bien no lo podés hacer, requiere muchas horas de entrenamiento. La moto te permite ser un poco más “vago”, eso sí, para andar bien también tenés que andar mucho. Y el auto es distinto, se va más seguro, te van “cantando” las dificultades. Las tres disciplinas generan mucha adrenalina, esto es lo que las hace interesantes, por lo menos para mí. En lo que respecta al automovilismo es muy costoso, para comenzar necesitás tener una base económica, que en la región es difícil conseguir con los sponsors. Quienes no tienen los medios se ven limitados; no es que no lo puedan hacer, pero les resulta más difícil.
-¿Cómo ves el automovilismo tucumano? ¿Qué le cambiarías o le agregarías?
-Creo que no le cambiaría nada, habría que agregar el patrocinio, para que los costos de organización se puedan palear con ese apoyo. Pero como dije anteriormente, las empresas no apoyan, o si apoyan es con muy poco. Tendría que haber más ayuda del gobierno, con eso se reducirían algunos gastos para los pilotos, pero el grueso del gasto lo tenemos que seguir solventando nosotros, ya sea con auspiciantes o con medios propios. El automovilismo es un deporte muy lindo, tuvimos muy buenos pilotos que llegaron a conseguir grandes cosas y si no hubo más es por la situación económica. Nuestro automovilismo es muy amateur, en ese sentido tenemos que mantenernos unidos e ir a disfrutar más de las carreras y dejar de pelearnos por tonteras, ni tomar las carreras como una batalla. A todos nos gusta este deporte, el ganar o perder es una contingencia, más allá de que todos compitamos para ganar.
-¿Qué ocurrirá cuando Matías quiera manejar el auto de carrera?
-A Matías no le interesa manejar el auto de carrera, maneja los de calle pero no le gusta andar rápido. Yo a veces le pregunto si quiere, pero no, a él le gusta la navegación, no nació con la pasión de manejar, por suerte, porque si manejara yo no lo podría navegar. Un par de veces fui de acompañante y te diría que soy un “gran vomitador”, me mareo, no siento miedo, me mareo. En cambio cuando voy manejando siento placer.
-¿Hasta cuándo vas a correr?
-Hasta cuando no tenga más ganas. Por ahora, las ganas me sobran.