Cuando uno comentaba que se iba el miércoles a Las Termas, la pregunta obligada era, ¿a qué? Y cuando uno contestaba “a ver girar un auto de IndyCar en el autódromo”, el comentario de muchos era “y qué tiene de lindo ver girar un auto solo en semejante autódromo? Para los que sentimos el automovilismo de una forma diferente era casi imposible explicarle al común de la gente.
¿Cómo se le explica que después de la Fórmula 1 es el auto más tecnológico del mundo, que tiene 750 HP y que puede desarrollar velocidades de hasta 380 kilómetros por hora, que muy pocas personas que no vivan en Estados Unidos pudieron verlo girar?
Y llegó el momento, cuando saliendo de boxes se veía la silueta del auto con chasis Dallara y motor Chevrolet ya uno se ponía en modo ansiedad. Y qué contar cuando aceleró en el piso de la pista. Lo primero lindo fue el ruido de ese motor transmitiendo la potencia al piso. Después, algunos con el cronómetro en mano, comenzaron a tomar los tiempos y a disfrutar que Agustín Canapino, en cada vuelta se tiraba a frenar más adentro y a acelerar una décima de segundos antes.
Los que lo vivimos lo podemos contar con palabras, pero esto seguro no se acercará a la realidad de haberlo visto en persona.
Fue algo increíble, y nos quedamos con una frase que dijo el gobernador santiagueño Gerardo Zamora: “cuando fui a ver las 500 millas en Estados Unidos, hablamos con Ricardo Juncos (el dueño del equipo) y soñamos con hacer esto que hicimos hoy. Ahora estamos soñando con que en algún momento tendremos a la categoría en nuestro autódromo. Veremos, el tiempo lo dirá”.
Nos dimos el gusto y nos quedamos soñando.