
La idea de la nota era tratar de charlar con los Olaz y saber cómo es que Peter llegó a donde llegó dentro del automovilismo, pero contado por los tres.
Tratar de reunirlos no fue difícil: Pablo y Peter en la bulonería, en lo que es su medio de vida; un llamado telefónico y a los cinco minutos apareció “Lalo”, llegado desde su lugar, el famoso taller de la calle Florida 353. Cuando el iniciador de la dinastía arribó, Pablo ya estaba contando algunas anécdotas y mostrando fotos de todos los tiempos. Es el que recuerda cada categoría y las fechas de las distintas épocas tanto de su papá, las suyas y las de su hermano.
La charla comenzó con “Lalo”, recordando sus principios en el automovilismo. “Desde que tengo uso de razón me veo ligado a los ‘fierros’. Mi papá corría en motos, era muy amigo de “Semilla” Palermo, con quien comencé, acompañándolo en las competencias que se corrían en las montañas, tipo rally. Mis primeras participaciones como piloto las hice en moto, luego llegó el autocross, después se armó el coche de Monomarca 1.500. A continuación compré un Renault 18 y empecé en el Turismo Nacional. Desde allí hice lo que se me presentaba: en TN, corrí en la clases 3 y la 4, en su momento también lo hice en el APTC 850. Y cuando cerraron el autódromo, empecé a competir en rally. Eso fue lo último que hice.”
– Pasaste de ver correr cuando chico a los más grandes, y ahora de más grande a ver correr a los más chicos. ¿Qué es lo que se siente?
– Es algo increíble, a cada etapa la viví de forma distinta, pero diría que con la misma intensidad. Cuando llevé a Pablo por primera vez a que pruebe, yo dejé de correr, pero tenía la misma sensación, como si estuviera corriendo yo. Y hoy con Peter me pasa lo mismo. Pablo no siguió porque quedó de grado, fue más centrado y más respetuoso que Peter, no estudiaba, pero se puso a trabajar. En cambio Peter no hacía nada, ‘yo sólo quiero correr en auto’ era lo único que decía. Después volví al rally pero sólo hasta que pudimos apuntalar a Peter, ese era el objetivo.”
La historia de “Lalo” es muy larga y merece ser contada por separado y con lujo de detalles. Por eso prometemos que pronto habrá una nota más extensa con él.
Pablo también empezó a contar lo suyo con la misma intensidad y pasión que ‘Lalo’. “No llegue a correr en karting porque no estudiaba, me puse a trabajar y ahí comencé a correr en motos. Hice enduro, corrí en el campeonato tucumano, participé de algunas carreras por el Nacional y dejé de acelerar, al igual que mi ‘viejo’, porque quería ayudar a Peter, que no estaba pasando un buen momento en lo personal. Recuerdo que se estaba encaminando para cualquier lado, estaba engordando mucho. Entonces empecé a estudiar nutrición para ayudarlo. Siempre tengo la idea de volver, pero ahora estamos metidos en hacer que Peter llegue lo más lejos posible.”
Los oídos puestos en las palabras de Pablo y de “Lalo”, emociona escuchar y sentir el amor con el que apoyan a Peter para que él consiga lo que quiere. Visto el tenor del apoyo, la entrevista viró entonces decididamente hacia el piloto que se luce hoy en el Top Race Series.
– Contanos cómo llegaste y qué se siente tener todo este apoyo de tu familia…
– Yo siento lo que siento y estoy donde estoy por haberme criado en el ambiente del automovilismo. Desde muy chico estuve en los boxes, con papá, metiendo las narices en todo. Además, con Pablo eran tremendas las disputas con los juegos de la Play, pasábamos horas haciendo carreras, en el taller del “viejo”, viendo cómo cambiar cada pieza, acompañando a probar los autos, viendo cómo sufría para estar en cada prueba y a veces ver la impotencia por no poder llegar con la plata para una carrera. Toda mi familia vivía en ese entorno. Todos los que la integran son mis pilares: mi mamá Marta es también gran responsable de lo que estoy viviendo, sabe más que nosotros, por ahí veo alguna cámara con ella y hace comentarios como, “el auto va un poquito de trompa…”. Sabe mucho. Es por todos que llegué hasta aquí. Tuve siempre mi cabeza y mi corazón en el automovilismo.
– ¿Cómo fueron tus comienzos?
– Mi papá me compro un kart que Fagioli tenía archivado. Lo acomodaron en el taller y comencé a probar. Luego debuté en competencias en tierra. Después pasé al 70cc en el asfalto, categoría en la que competí con “Carlin” Moreira, Heredia entre otros. El paso obligado era el 200cc, pero no teníamos plata así que decidimos dejar. Al año siguiente, a mitad de temporada, me habló Alejandro Navarro (mi papá estaba de viaje) y me regaló un chasis para que corra. No sabes la alegría que tenía, le voy a estar siempre agradecido. Él, junto con “Pepe” Orce, un amigo de papá, pusieron todo y me llevaron a probar. Me pusieron un motor de 200cc, no sabía ni dónde estaba parado, tenía 11 años. Después llegó papá y ya fui a competir. Ese año teníamos un presupuesto muy pobre, pero nos dimos “maña” y venía prendido en el campeonato con el “Guillo” Alonso, “Maxi” Bestani y “Carlín” Moreira. En la penúltima fecha se me rompió el chasis. Cuando bajé y estaba viendo la carrera, sufrí uno de los golpes fuertes de mi vida: papá, que estaba a mi lado, me dijo que esa era la última carrera en karting. Y así fue, no teníamos plata para comprar otro chasis. De nuevo Peter se quedó sin correr….
– Ahí empieza el momento duro….
– Sí, me dediqué a la “joda”: salía, fumaba, empecé a engordar, llegué a pesar 130 kilos, no me importaba absolutamente nada, lo único que yo quería hacer no lo podía hacer. A mi “viejo” no lo podía ni ver…
A esta altura de la entrevista, interrumpe “Lalo”. “Pasaron dos o tres años, yo junté plata para comprar el Renault 18 para correr rally, era difícil explicarle a Peter que este podía ser el principio para que él corra de nuevo. Comencé a conseguir auspiciantes, a atender otros autos, pude entonces hacerme de algo de plata, vendí el R-18, fui a Salta a ver un par de carreras de la categoría de Fiat 128 y le decía a Peter que en esa categoría tenía que correr…
Pablo también tiene algo para decir. “Yo quiero contar esta parte de la historia. Un día llegó a mi casa un chico que no conocíamos: era el ‘Flaco’ Imbau. Venía de ganar un campeonato indoor, lo vio a Peter y le dijo: ‘quiero correr en karting y quiero que vos lo prepares y atiendas’. Peter no entendía nada, pero le dijo que sí, y preguntando a los amigos que tenían karts o motos más lo que él sabía, lo hizo. El ‘Flaco’ llego a ganar y pelear el campeonato. Luego le hizo el kart a Tulio Antonini, que también ganó con Peter. Después le atendió el primer kart a Esteban Simonetto. Así, con esos ingresos más los míos y la venta de mi auto, comenzamos con la bulonería. Hubo también una gran mano de Miguel Reginato, que nos fió para que empezáramos con el proyecto. Ahí conversamos mucho con Peter y él me dijo: ‘si algún día puedo comprar un auto de carrera dejo de ‘joder’, fumar y adelgazo…
Peter vuelve a la pista… “Papá me seguía metiendo los cargadores con correr en los Fiat 128. Él tenía un VW Gol que le habían destruido en un choque y me lo dio para ver si podía venderlo y conseguir algún 128. Tuve suerte y lo vendí, pero faltaba más plata. Recurrí a Pablo y a mi mamá, para que me la presten. Mamá me dijo que sí, pero con la condición de que deje de salir y que baje de peso. A todo le dije que sí y me prestó lo que necesitaba. Junté el dinero para comprar el auto, y no tenía para ir a buscarlo. Marcelo Chediac me prestó un tráiler, lo hablé al ‘Nico’ Ianiero (a quienes también les agradezco) y me llevó a buscarlo.
– Imaginamos cómo fue ese momento…
– Me acuerdo que le di la plata al dueño y Pablo me dijo: ‘los cigarrillos’. Se los di y de ahí nunca más fumé. Lo miraba al auto y lloraba de la emoción. Lo trajimos y lo teníamos en el taller, pero no teníamos plata para ponerlo en reglamento y correr. Lo hacía arrancar todos los días, sólo di unas vueltas a escondidas en el autódromo. Me acuerdo que no entraba en la butaca por mi gordura. Quedé loco con la experiencia. Entonces comencé a vender cosas que papá tenía en el taller, con eso lo armamos, Pablo Ortega me dio un par de neumáticos, “Yiyo” y “Seba” Chincarini me dieron dos más y así, con ayuda de algunos amigos, llegamos a Salta. Salí a hacer mis primeras pruebas. Cuando estaba subiendo la cola del avión bajé un cambio y me pasaron el “Seba” y Fili a fondo. Fui directo a boxes y le dije a papá: “esto no es para mí, no puedo andar como esos locos”. Lo hablé a Pablo y le dije: “nos mandamos una macana, no estoy para correr”. Ellos me dijeron: “deja de hablar tonteras y andá a correr. Ese día papá tocó la alineación del auto y me sentí mejor. Largué 18° la carrera y llegué 6°. Esa fue quizás mi peor etapa en el automovilismo, corrí tres años, pero nunca teníamos el presupuesto para poner bien el auto.
– Y entonces surgió otro momento importante en tu vida…
– Así fue. Me habló Pablo Ortega y me preguntó si quería trabajar en Santiago del Estero atendiendo autos del Top Race. Dije que sí, me contactó Pablo Vázquez, que era el encargado de la categoría, me ofrecieron trabajo atendiendo autos. Yo trabajaba en una empresa de higiene, pero ni a papá ni a Pablo les gustaba ese trabajo, así que me dijeron “andá”, y así comencé. Me tuve que ir a vivir a Las Termas. La primera vez que entré al taller no lo podía creer: había 30 autos juntos, era increíble. Empecé para una carrera que se compartía con la Top Race nacional. Recuerdo que llegué y me señalaron el auto que tenía que atender: era el de Mauro Marino. No sabía qué hacer, por suerte conocí a don Alberto Zanca, un santafesino que me explicó muchas cosas. Y lo que es el destino: fue él quien me atendió el auto cuando salí campeón.
– ¿Y cómo fue la vida de mecánico?
– Estuve casi un año, fui a varias carreras nacionales a atender autos para el equipo. Después pasó algo que también marcó mi vida: mi tío John, hermano de mi papá, alguien a quien quería muchísimo y que siempre estuvo en todo momento a mi lado, sufrió un accidente y estaba mal. Viajé a Neuquén y cuando estaba allá me enteré que había muerto. Con toda la ayuda del equipo volví lo más rápido que pude a Tucumán, pero no llegué a despedirlo… fue muy duro. Pero lo que yo quería era correr, ver a otros hacerlo y encima entenderles los autos, me ponía mal. Me acuerdo que el 31 de diciembre de 2013, papá me dijo que no quería que siga trabajando, que no iba a llegar a nada, que si quería correr trate de hacerlo. Entonces, durante las vacaciones vendí mi auto particular. Con eso, más la ayuda de siempre de mi familia, junté la plata para hacer una carrera en La Rioja. No tenía plata para pagar las pruebas que eran una semana antes, pero me dejaron dar algunas vueltas. Los dueños tenían miedo de que, al no conocer el auto, lo rompa. Pero hice tiempos muy buenos. A la semana siguiente era la carrera. Llegamos al autódromo y nos sentíamos raros, toda la vida engrasados por nuestro auto y ahí sólo tenía que ponerme el buzo, el casco… ¡y a correr! Nos miraban como bichos raros. Todos los mecánicos, que fueron mis compañeros, ahora me tenían que atender el auto, que estaba blanco, no tenía ni una publicidad. Primer entrenamiento, tercero detrás de Fabricio y Ariel Persia, que tenían mucha experiencia. Estábamos entusiasmadísimos, clasifiqué 3°, más locos estábamos. En la carrera me puse tercero; por un rezagado logré quedar segundo y luego Ariel tuvo un problema, quedé primero y gané. Lo primero que se me vino a la cabeza fue el recuerdo de mi tío John. Me dije “qué pena, me ayudó tanto, logro el primer triunfo y él no está”. Llegué a los boxes y ver llorar a mi ‘viejo’, a Pablo, a todos mis amigos, a mis ex compañeros, fue algo muy fuerte que me dio fuerzas para encarar cualquier cosa.
– ¿Ganar te cambió un panorama?
– Ya en Tucumán y con el diario bajo el brazo comencé a buscar ayuda. Aparecieron muchos amigos, hice algunos asados los viernes, me regalaban la carne, la bebida y yo les cobraba lo que saldría el asado. Así conseguí dinero para poder seguir. La segunda era en Salta, ya fuimos con el auto ploteado, de rojo y blanco y con publicidades, chiquitas pero que ayudaban. Conocía el circuito así que me tenía confianza, hice el podio y gané. El festejo fue tremendo, esta vez había muchísimos amigos más. Fabricio Persia abandonó de nuevo, así que ahí pensamos que si corríamos con la cabeza podíamos pelear el campeonato.
– ¿Cómo manejaste las nuevas circunstancias?
– Llegamos a las carreras en Las Termas, y empecé a correr pensando, tratando de cuidar el auto, de no golpearlo. En Tucumán Pablo me ayudaba para que haga gimnasia, estaba ‘a full’ con el físico. De ahí en más era una guerra psicológica con Persia. Yo seguí todo el año tratando de no mezclarme en toques y terminar lo más adelante posible. Él me ganaba todas las clasificaciones, no le encontrábamos la vuelta. Llegamos a la última carrera, necesitaba un punto para ser campeón, la clasificación daba un punto, estudiamos todo lo que veníamos haciendo para tratar de ganarla. Salí a clasificar, puse todo, me arriesgué demasiado, pero logre el uno. ¡Salí campeón! Llegué a los boxes; ¡lo que fue el abrazo con papá y con Pablo! Los chicos me abrazaban, cantaban, me mojaban… (en ese momento del relato, a Peter se le llenaron los ojos de lágrimas) Ahí vi a mi mamá, sola en un costado del box llorando. Fui, la abracé y agradecí todo lo que había hecho por mí, por creer en los momentos más difíciles. Entonces me dijo lo más importante que un hijo puede recibir de su madre: “estoy orgullosa de vos”. Con lo que me pasó es como que me saqué un peso de encima. Es difícil ser “el hijo de”. Cuando corría en los Fiat 128, muchos me comparaban con mi papá, que en su época aceleraba con los dos pies. Lo que me pasó me sirvió para ser Peter Olaz, y demostrarle a la gente que yo podía…
– Entonces se abrieron las puertas del Nacional…
– Sí, fue en Paraná, no sabía a qué me enfrentaba. Se trataba de autos más grandes, más potentes, con pilotazos como rivales. No conocía los circuitos y eso me asustaba. Pero después, estar a 7/10 de Fabián Flaqué y de Lucas Guerra, me llenó de orgullo. Igual sabía que tenía que aprender mucho, sobre todo, el estar en pelotones muy apretados. Es difícil, parpadeás y ya te ponen el auto o te tocan. Eso me pasó en la primera carrera, largué muy bien, me acomodé en el medio y en la tercera vuelta me “atendieron” y quedé afuera. En la carrera de Río Cuarto, el circuito me cayó muy bien, clasifiqué a 1/10 de Flaqué, el campeón. No lo podía creer, me empezaron a hacer notas los medios nacionales. Pero una vuelta me duró la alegría: se me rompió la caja. Después volvimos a Paraná para otra fecha. Al circuito ya lo conocía, clasifiqué 2° a 5/10 de DeBenedictis. A él lo excluyeron de la clasificación, entonces largué primero. Empecé a hacer diferencias, pero a mitad de carrera me quedé sin frenos, hice un trompo y quedé en la leca. Fue una amargura total.
– Luego vino el desquite, ¿no es así?
– Llegamos a Concepción del Uruguay: clasifiqué 14 y en la primera carrera hice un trompo y quedé 11°. Papá habló con el equipo y logró que cambien todo el sistema de frenos. Entonces nos enteramos que habían excluido a Flaqué y me reclasificaron 10°. Como se invertía la grilla, largué 1° la final del domingo. El problema era que tenía que asentar los frenos en carrera. Largué y nos apoyamos con Chiaverano, que largaba a la par, pero logré poner el auto en la primera curva, le pude hacer una diferencia y de ahí la misión fue administrar hasta el final. En un momento me dijeron que faltaban cuatro vueltas, pero cuando salí a la recta y vi la bandera a cuadros, me enloquecí. Llegó el final, la prensa me llevó a los empujones al podio, no pude saludar a nadie. Cuando estaba arriba vi al ‘viejo’ a lo lejos llorando. Recién me pude abrazar con él después de la conferencia de prensa, fue un abrazo interminable. Él no había podido ganar en el nacional y yo lo estaba logrando, fue increíble…
– ¿Y cómo fue tu llegada al TC Mouras?
– No había terminado de festejar mi triunfo en el Top Race Series y me pasó esa otra cosa increíble. Me habló Nikki Trosset, alguien ligado al TC y al TC Mouras. Yo siempre le preguntaba cómo era aquello, cuánto costaba, cómo eran los equipos. Era un miércoles y me pidió que fuera a La Plata el jueves, para correr como invitado de Leandro Mulet en el TC Mouras. Lo hablé por teléfono a papá, y como él cumplía años el sábado de la carrera, le pregunté si quería pasar su cumpleaños viendo correr a su hijo en el TC Mouras. Hizo un gran silencio. Al otro día, a las 9, estábamos saliendo para La Plata. Ese mundo es increíble, salía con el auto y veía la hinchada de Chevrolet que me saludaba, escuchar a los fanáticos durante todo el fin de semana, la pasión que hay, es otro mundo……
– ¿Qué saldo sacás de esta temporada?
– Que me fue mejor de lo que esperaba. El objetivo era entrar en los play-off, lo conseguí, pero además logré ganar, así que es fue positivo. Eso me llena de alegría porque puedo devolver un poco de todo el apoyo que recibí, además de agradecer a toda la gente que me ayudo en esto. Son muchos, estaría un rato largo nombrándolos, pero gracias a todos.
– ¿Cómo ves tu futuro?
– Hay propuestas para correr en varias categorías, todo depende de la plata, pero para mí la prioridad está en tratar de correr en el Top Race Series, creo que estoy capacitado para pelear el campeonato. Pero si miro más adelante, me encantaría llegar al TC. Logré llegar hasta aquí, ¿por qué no pensar en eso? Además tengo una familia que es mi soporte, lo voy a intentar. Como dice mi ‘viejo’, difícil es llegar, pero más difícil es mantenerse…
Final de la entrevista y vuelta de honor para una historia de pasión. Una frase quedó latente en la despedida (dicha por “Lalo”, Pablo y seguramente también por mamá Marta. “Nos encantaría ver a Peter en el TC”. Esta historia, denlo por hecho, continuará.