Un tucumano, con Fangio

En abril de 2019, en Cartas al país, la sección abierta a los lectores del diario Clarín, fue publicado un texto que firmó Daniel Chávez. Cuenta acerca de una anécdota que vivió en Buenos Aires Alberto Almada, un tucumano vecino de San Miguel de Tucumán, nada menos que con Juan Manuel Fangio.

En la carta, hay detalles de un encuentro por negocios que el tucumano jamás imaginó, pero que el “Quíntuple” esperaba.

Aquí, lo transcribimos de manera textual:

“Don Alberto Almada, mi vecino, tiene 79 años y vive en San Miguel de Tucumán. En los años 60 trabajó en una empresa líder de venta de motos Vespa, en la cual se ganó la confianza de los dueños, quienes lo eligieron para hacer el servicio de correo entre Tucumán y Buenos Aires.

Para quienes no conocen su historia, la moto Vespa es uno de los productos de diseño industrial más famoso en el planeta, y es considerada como un símbolo del diseño italiano y un producto de éxito mundial. Fue un proyecto del ingeniero italiano Enrico Piaggio, quien la patentó y la lanzó a la venta en 1946. Queriendo insertarla en el mercado argentino, Piaggio buscó una persona que fuera trabajadora, confiable y responsable para que administrara las ventas desde Buenos Aires. Dicho perfil lo poseía nada menos que Juan Manuel Fangio, el quíntuple campeón del mundo de automovilismo de Fórmula 1.

Cuenta don Almada que comenzó su tarea de ir y venir a Buenos Aires, sin enterarse jamás que el destinatario de los papeles que portaba era Fangio. Un día llegó a Buenos Aires a una dirección nueva asignada, donde fue atendido por la secretaria de puerta de entrada, quien al presentarse el hombre llamó por el teléfono interno e hizo saber a alguien de su llegada. Le ordenaron que lo condujeran al cuarto piso, donde le dijeron que esperara. Allí, don Alberto miró en las vitrinas que había trofeos y retratos del ex gran campeón, cosa que le pareció lógica por la admiración que el hombre despertaba aún por esos años. Hasta que en un momento apareció don Juan Manuel Fangio. “Buenos días, señor -dice que le dijo el campeón-, ¿es usted don Alberto Almada?”. Don Alberto lo reconoció de inmediato y se quedó sin palabras. Fangio se presentó y le recibió la documentación que portaba, a la vez que le dijo: “Me imagino que usted no desayunó todavía. Lo invito a que lo hagamos juntos, ya que yo no desayuné tampoco para esperarlo y compartir con usted mi desayuno”. Desayunaron juntos, y luego, enterado el campeón que don Alberto tenía pasaje de regreso para las 13, le hizo cambiar el horario del viaje y le dio una tarjeta suya para que cruzara la calle hasta un restaurante en donde almorzaría para recién volver a Tucumán con la disculpa de que por razones de trabajo en el almuerzo no podría estar”.

 

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