Roque Namur, leyenda (parte 1)

Corría 2006 y Motorplus Tucumán era una publicación impresa. Aquel año, en la sección “Leyendas”, entrevistamos a Nicolás Roque Namur, en lo que se constituyó en la última nota que dio en vida uno de los más grandes pilotos tucumanos.

De aquella publicación, extensa, muy rica en conceptos y recuerdos, entregamos una primera parte:

“La historia de Roque Namur está íntimamente relacionada con la de Nasif Estéfano. “Nos criamos juntos”, cuenta, para confirmar la frase. Y la amplia: “yo era un año mayor que él. Anduvimos juntos la vida entera. En los días anteriores a su fallecimiento estuvimos juntos en Buenos Aires; yo debía correr en el GP de Turismo Internacional que se largaba allí, y él tenía que venir a Tucumán para lo que sería su última carrera.

Los recuerdos de Namur fluyen. El orden es lo de menos; importa ahondar en los conceptos y él toma cada curva con maestrías.

-Mi familia tenía un almacén. Cuando decidí no estudiar más, mi viejo me dijo “en mi casa vagos no tengo”. Así que comencé a trabajar. Algo similar le pasó a Nasif.

-En Concepción el pionero fue don Germán Rivera, que corría en TC, junto con los Gálvez y Fangio, entre otros. Era catamarqueño, pero vivía en “La Perla”. Nosotros íbamos a su taller a ver cómo preparaba la cupé que tenía. Así nos ligamos con la actividad.

-A veces Nasif le sacaba la camioneta modelo 40 al padre y nos íbamos a entrenar, verlo tirar cambios era un deleite.

-En los comienzos de los 50 él se puso a armar un auto. Llegamos muy sobre la hora al debut en el parque y la máquina era un desastre. Igual corrió, pero abandonó. Después de esto nos pusimos a trabajar en serio en el auto. El que más metido estaba era Nasif. Pero junto a un grupo de amigos aportamos lo nuestro.

– Nuestros padres no podían ayudarnos con dinero. Pero el entusiasmo que teníamos nos llevó a hacer todo para terminar. Cuando lo hicimos, Nasif me dijo que quería que yo corra el auto en La Rioja, lugar de la próxima carrera. Se hizo en series por suma de tiempos. A las dos primeras las gané, pero en la tercera me toqué con “Nino” Reginato y perdí mucho tiempo. Pese al contratiempo festejamos como si hubiésemos ganado en Mónaco.

– Mientras Nasif siguió con su auto, comenzamos a hacer uno para mí. Trabajábamos por la noche, porque de día lo hacíamos en el almacén. Entre amigos nos amanecíamos y lo hacíamos en un taller de herrería. Eso era el automovilismo antes, ahora ya viene todo hecho: sólo hay que tener medios y buscar al mejor preparador.

– Don Germán nos daba una mano grande, aunque era medio rasquincho y no se lo podía molestar mucho. El renegaba mucho con Nasif, porque al “Turco” lo único que le importaba era que el auto anduviera, sin fijarse en ningún detalle. Yo era un poco más prolijo. El trabajo era mucho, hasta s los motores los armábamos y los ajustábamos.

– Un día Nasif me planteó ir a Buenos aires. Él decía que teníamos que andar bien y nos podríamos abrir camino. Yo ya estaba decidido, pero entonces vino el planteo de mi familia: ya habíamos dejado el almacén de mi papá y con mis tres hermanos habíamos puesto una sub agencia de autos. Si yo me iba, no había quién la maneje. Por eso me terminé quedando”.

En breve, les acercaremos la segunda parte de la entrevista con don Roque. ¡A no perdérsela!

 

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