Cuentan historias navideñas (II)

En una fecha tan cara a los sentimientos, nos propusimos pedir a quienes aceleran todo el año hacer una pausa y contar historias de Navidad, con ellos mismos de protagonistas. Ternura, afecto, sorpresas y situaciones divertidas afloraron con naturalidad. ¡A disfrutarlas!

Maximiliano Bestani

“Me gustan mucho las navidades. Es un momento lindo con toda la familia en la mesa y los regalos en el arbolito. De mis recuerdos, hay uno que no olvido más: fue cuando me quemé por prender un cohete. Igual, con los años seguí con esa costumbre y, aún hoy, con mi papá Hugo somos fanáticos de la pirotecnia, aunque mucho más para Año Nuevo, porque nos gusta recibirlo con alegría.”

Matías Rodríguez

“Las reuniones en familia siempre fueron muy lindas. Salvo una, que se produjo en 2006. Fue la primera Navidad que fuimos a pasar en la casa de mi hermana Cintia, que se había casado. Horas antes, al mediodía, habíamos ido con mi papá a comer paella. Y nos cayó mal. Cuando llegué a la reunión, me sentía muy mal, no aguanté y me fui a la cama. Mi ‘viejo’ siguió el mismo camino al rato. Acostados en la cama matrimonial de mi hermano, escuchamos los cohetes de medianoche. Después de los brindis, mi hermano Martín y Cintia nos llevaron a la guardia de un sanatorio. La noche de Navidad, en vez de brindis, tuvo esa vez remedios para tomar.”

Ernesto Lord

“Una experiencia que nunca olvidaré fue en 2014. Me puse a vender pirotecnia para las Fiestas. La plata que junté la usé para viajar a Córdoba y compré muchos elementos que necesitaba para el primer auto que me habían regalado, un Gol. Mi papá se reía y me decía: ‘qué gilazo que sos, tanto esfuerzo de trabajo y lo terminás gastando en eso’. Pero era lo que me gustaba. Lo hecho me puso contento, porque me di cuenta que con esfuerzo podía hacer cosas que me hicieran sentir bien.”

Lucas Mohamed

“Me acuerdo de una anécdota yendo a jardín de infantes en el colegio San Patricio. Participé de un pesebre viviente y mi disfraz era de uno de los Reyes Magos, Melchor. Mi mamá me pintó desde la cara hasta el cuello con corcho quemado y me confeccionó una túnica verde con una tela brillosa. ¡Me veía como el rey más pobre! Toda la familia se divirtió con eso. De otros años, recuerdo la ansiedad que sentíamos con mis hermanas en aquello de descubrir a Papá Noel, pero nunca lo logramos. Terminábamos dormidos y él hacía su trabajo entonces.”

 

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