
Ciertos triunfos tienen a veces, en quienes los logran, un perfil por demás descomunal. El que logró el español Aleix Espargaró con Aprilia lo es. Ya todos saben que en Las Termas logró su primer triunfo en su dilatada carrera en MotoGP de 200 grandes premios, iniciada en 2004. Que devolvió a la marca al primer plano. Que pasó a liderar el campeonato. Que llenó de emoción a quienes transitan, competencia a competencia en los paddocks de la categoría, por su calidad de buena gente. Pero hay un logro que el catalán de 32 años pone por arriba de todos: el haberse logrado sobreponer desde el deporte a una difícil situación familiar.

No es una exageración decir que Espargaró sacó fuerzas de sus hijos, en el peor momento de la vida. Cuando tenía 29 años, supo de boca de Laura, su esposa, que iba a ser papá. La pareja tuvo gemelos, Mía y Max. Pero la alegría mutó en angustia cuando a la pequeña le diagnosticaron un problema coronario.
Mía nació con una enfermedad congénita en el corazón. Y todo lo que hubo que hacer para que se recupere insumió ocho meses. Ello no hizo más que fortalecer el espíritu de Aleix, quien lleva en su moto N°41 los colores rosa y azul, que representa a sus hijos.

En el podio, que Espargaró compartió con sus compatriotas Jorge Martin, Alex Rins, echó a volar toda su emoción. Sus colegas de MotoGP le brindaron un cerrado aplauso. Y el público también. No era para menos.
En una semana, el GP de las Américas le dará continuidad al certamen. Aleix buscará defender su flamante condición de líder. Por lo pronto, se irá de la Argentina con la felicidad de la victoria, con la satisfacción de haber podido demostrar finalmente que está para cosas mayores. Y con la energía que sigue representando para él una lucha familiar que, hace rato, ya le dio el mejor de los trofeos.